Cazadores de Tormentas
Durante los días 11 y 12 de Octubre el paso de una DANA provocó una espectacular situación de tiempo severo en la Comunidad Valenciana. En esos días, el diario ABC contactó con SSW para realizar la kaza de una tormenta. Por tanto se daban las condiciones idóneas para que miembros de SSW, junto con varios componentes de KOKAM nos desplazásemos a Valencia para la ocasión y junto con parte del KOKAL "mostrásemos" a los reporteros de ABC, como se "kaza" una tormenta. El resultado este espectacular reportaje publicado en el dominical del día 14 de Octubre.
Cazadores de tormentas
POR JOSÉ MANUEL NIEVES. VALENCIA/ALICANTE.
Son las cinco de la madrugada del viernes, 12 de octubre, y después de nueve horas de persecución al volante estamos apostados sobre un oscuro promontorio del Cabo de San Antonio, justo encima de Jávea. Según Pedro Serrano, el «cazatormentas» que guía nuestra expedición, éste será el mejor lugar para observar cómo se funden los núcleos de dos células tormentosas que, todavía por separado, han empezado ya a descargar agua sobre las provincias de Valencia y Alicante. Cuando unan sus impresionantes fuerzas, se convertirán en lo que los meteorólogos denominan técnicamente un «Sistema Convectivo de Mesoescala» (SCM), una célula única, de grandes dimensiones y cuyas características especiales le confieren un alto poder de destrucción.
La lluvia forma una cortina líquida que cae con furia sobre nosotros. Desde lo alto de este observatorio natural, el agua no parece venir del cielo, sino del mar. Y nos golpea lateralmente, impulsada por un viento de Levante que en estos momentos alcanza los setenta kilómetros por hora. «Esto es el aperitivo de lo que va a venir», comenta Pedro, preocupado, al tiempo que revisa en su ordenador portátil los datos de la tormenta en tiempo real.
Las horas siguientes se encargarían de demostrar que no se equivocaba. Entre la noche del jueves y la mañana del viernes, Jávea llegó a registrar hasta 200 litros por metro cuadrado, con picos de precipitación de entre 200 y 300 litros.
Sobre nuestras cabezas, y con la luz tenue de la ciudad que duerme debajo, se adivina un cielo plomizo y amenazador. Fuertes rayos se suceden cada pocos segundos, muchos de ellos tan cerca de nuestra posición que los relámpagos y los truenos se producen prácticamente al mismo tiempo, iluminando el mar y la tierra como si fuera de día.
Esta intensa actividad eléctrica, explica Serrano, «es un indicativo más de que se está formando una tormenta de gran actividad». Tendrían que pasar aún varias horas para saber, por los datos del Instituto Nacional de Meteorología, que durante la noche habían caído sobre la región más de 14.000 rayos.
Daniel Serrano, el segundo de los miembros del equipo de cazatormentas al que acompañamos (y que, a pesar de tener el mismo apellido, no está emparentado con Pedro Serrano), tiene la misión específica de filmar en vídeo todo lo que suceda. Mal asunto, tanto para él como para su cámara, a la que intenta proteger cubriéndola por completo con una película de plástico transparente.
Ambos, Pedro y Daniel, forman parte del grupo de observación meteorológica «TiempoSevero.es», un equipo de voluntarios integrado por seis personas cuya afición por la meteorología les ha llevado a convertirse en «cazatormentas». En estrecha colaboración con el Instituto Nacional de Meteorología (al que, sin embargo, no están unidos por relación contractual alguna), los integrantes de Tiempo Severo se desplazan por toda España, a la caza de grandes tormentas y fenómenos meteorológicos «que se salgan de la media».
Su labor no remunerada aporta, sin embargo, valiosos datos a los meteorólogos profesionales. «Nosotros —explica Daniel Serrano— completamos los datos de los satélites y los radares meteorológicos con observaciones directas sobre el terreno, algo muy importante y que sin nuestra aportación resultaría muy difícil de conseguir».
Confirma estas palabras Ángel Rivera, el Jefe del Área de Predicción y Aplicaciones del INM, quien asegura a ABC que «se está estudiando la manera de formalizar las relaciones que tenemos con algunos de estos grupos de voluntarios, algunos de los cuales han demostrado tener amplios conocimientos de una ciencia que es extremadamente compleja, así como una mecánica de trabajo impecable».
La aventura de esta expedición había comenzado 72 horas antes, el martes 9 de octubre. Lo explica a ABC un Pedro Serrano completamente empapado por la lluvia, en uno de los escasos intervalos de la «caza» del jueves y viernes pasado: «Los modelos de predicción ya anunciaban desde el martes una situación potencialmente explosiva. Se había detectado una bolsa de aire frío, de hasta - 25 grados, a 5.500 metros de altura. Si sumamos que en esta época del año el mar está aún caliente (en concreto, se midieron en las costas levantinas temperaturas superficiales de 24-26 grados) y añadimos además fuertes vientos del este nor este, soplando de mar a tierra y alimentando el sistema, tenemos todos los ingredientes necesarios para que se produzca una gran tormenta, con precipitaciones especialmente intensas, incluso torrenciales».
En estas condiciones, asegura el cazatormentas, «se puede formar un Sistema Convectivo de Mesoescala, o SCM, esto es, una gran célula tormentosa de larga duración (entre 8 y 10 horas), y muy estática, lo que da lugar a lluvias muy importantes». Se trata, precisamente, del «cóctel» de factores que se necesitan para que se produzcan eventos meteorológicos extremos, como tornados, fuertes granizadas y, por supuesto, precipitaciones torrenciales.
Las primeras lluvias nos alcanzaron el jueves, 11 de octubre, por la noche, en plena carretera N-III y cuando aún faltaban 150 kilómetros para llegar a Valencia. Era apenas una precipitación moderada, que sin embargo ya se había convertido en fuerte a la altura de Requena y en torrencial cuando aún faltaban treinta kilómetros para llegar a la capital del Turia.
El nuestro no era el único «comando» que iba a estudiar el fenómeno. Otro equipo se estaba trasladando desde Madrid, y ambos nos reuniríamos, ya sobre el terreno, con un tercer grupo, valenciano. La cita era el jueves a las doce de la noche en un centro comercial de las afueras de Valencia y se produjo bajo un intenso aguacero. Durante todo el viaje, Pedro y Daniel habían estado siguiendo a través del ordenador la evolución de la tormenta. En esos momentos estaba aún dividida en dos células, y una de ellas, que avanzaba en dirección sur, se encontraba justo encima de nuestras cabezas.
Una unión explosiva
Nos dirigimos hacia el mar, a la playa de la Malvarrosa, para tener un primer contacto visual. Allí, bajo una lluvia que esa misma noche llegó a dejar hasta 170 litros por metro cuadrado, la célula tormentosa era perfectamente visible sobre las agitadas aguas. La intensidad del viento y de los rayos eran un anuncio de lo que se avecinaba.
Los datos de radar y satélite mostraban que la segunda célula estaba, a esa misma hora, más al sur, sobre Jávea. Y los contactos telefónicos con el Grupo de Prevención y Vigilancia (GPV) del INM en Valencia confirmaban que el esperado «encuentro» entre las dos se produciría precisamente en esa zona. Así que la estrategia estaba clara: adelantar por carretera a la primera tormenta y esperarla en Jávea, junto a la segunda, para observar en directo la «fusión». Pedro Serrano sabía que la orografía de la zona de Jávea, con sus montañas y elevaciones, no permitirían al segundo de los núcleos moverse de allí. El cabo de San Antonio sería el lugar ideal para «echar la caña». «Cuando las dos se junten —apuntó Daniel Serrano— la situación se volverá explosiva».
Tal y como estaba previsto, las dos células tormentosas se unieron hacia las seis de la mañana del viernes, dando lugar a un denso núcleo de nubes de cerca de cien kilómetros de extensión. Debajo, se desató el caos. Los ríos y torrentes, incapaces de canalizar tanta agua, empezaron a desbordarse. Muchas carreteras quedaron cortadas y numerosos pueblos, inundados. El agua no respetó coches, ni puentes, ni edificios. Ni siquiera tuvo en cuenta la vida de las personas.
La segunda parte de la misión del equipo de «cazatormentas» consistía, precisamente, en documentar los eventuales daños. A las siete de la mañana del viernes y tras una noche entera de persecución, abandonamos el cabo de San Antonio y comenzamos a recorrer las zonas afectadas. Los datos indicaban que, efectivamente, la unión de las dos células había dado lugar a un SCM, y que su actividad no cesaría hasta bien entrada la tarde. Apenas dio tiempo a tomar un café en el bar «Eme», de Jávea, antes de que se cortara la luz. Fuera, el viento había derribado varios árboles.
En las poblaciones de Denia, Pego, Gandía, Calpe, Oliva... la situación era siempre la misma. Caminos y carreteras convertidos en torrentes imposibles de cruzar. Pueblos enteros anegados, vecinos atónitos... Y todo bajo una lluvia que nunca olvidarán.